Aproximandamente 500 a.C. florece en la Península de Paracas una cultura extraordinaria por su gran aporte a la tradición textil peruana.
En 1925, el arqueólogo peruano Julio C. Tello descubre en los cementerios de Cerro Colorado y Cavernas cuatrocientos veintinueve fardos funerarios, muchos de los cuales contenían hasta dieciséis mantos además de esclavinas, turbantes, paños y demás adornos de uso personal.
Ubicacion Geográfica
La cultura se desarrollo a 18 km. al sur de Pisco, en Cerro Colorado, en las pampas de la bahía de Paracas, en el departamento de Ica. Su centro principal podría ser el sitio Peña de Tajahuana, en el valle de Ica, a 300 km. al sur de la ciudad de Lima ya que Los restos arqueológicos se localizan en la península de Paracas, a 18 Km. Al sur de Pisco (Ica).
Desde que Tello visitó varias veces la península, entre los años 1923 y 1925, y descubrió una necrópolis con más de cuatrocientas momias en sus envoltorios funerarios; al aparecer a la luz del día las soberbias mortajas las autoridades peruanas tomaron medidas para que nadie robara tan valiosa propiedad nacional.
Hasta hace poco ningún arqueólogo había obtenido licencia para excavar en la península pero nadie pudo impedir, sin embargo, que los buscadores de tesoros desenterraran piezas de la extraña cerámica de Paracas y momias amortajadas con valiosos tejidos, y los vendieran a altos precios fuera del país.
Sin embargo en el mercado artístico apenas han aparecido hasta ahora tejidos de Paracas. Sus elevadísimos precios siguen aumentando constantemente. Antes de que el nombre de Paracas se conociera fuera del Perú, algunos de sus extraordinarios tejidos habían llegado ya a museos o a manos de coleccionistas.
Desde hace muy pocos años se sabe que el llamado estilo de Paracas no es propio únicamente de dicha península sino también de los valles de Nazca e Ica, situados un poco más al Sureste.
La península de Paracas, al Sur del puerto de Pisco, está, hoy totalmente cubierta por la arena y las dunas, es un desierto azotado por el viento, que semeja un país muerto. Las más recientes excavaciones dieron la razón a la señora Carrión Cachot. Esta investigadora de la arqueología peruana, ya fallecida, afirmó con insistencia que, en épocas antiguas, parte del desierto de Paracas se había convertido en un país fértil, si se hubiera extraído la arena del desierto hasta una cierta profundidad y descubierto así el fondo húmedo. Esta humedad era originada por corrientes subterráneas.
Con anterioridad se habían encontrado ya habitaciones subterráneas en el curso de excavaciones efectuadas por los peruanos en la península de Paracas. Pero las más recientes excavaciones han puesto al descubierto viviendas completas, cubiertas con techo de paja. Se hallaron también cementerios y restos de población.
Descubrimiento
Paracas, como zona arqueológica, fue descubierta en el año 1925, en los lugares denominados Cabeza Larga y Cavernas. Posteriormente en 1927 encontraron un tercer sitio arqueológico, al pie del Cerro Colorado, entre los dos anteriores de Cavernas y Cabezas Largas; el lugar se ha denominado La Necrópolis Paracas, y se trata de un enorme cementerio, toda una ciudad habitada por muertos enterrados con ropajes lujosos, adornados con objetos ceremoniales y simbólicos.
A cada compartimiento se le denominó «cámaras funerarias», de las que había de diferente tamaño, recolectando en total 429 fardos funerarios, envueltos en maravillosos mantos bordados. Las cámaras habían sido construidas sobre los restos de poblaciones más antiguas.
Cada fardo contenía al difunto en posición fetal, envuelto en maravillosos mantos y colocado sobre una canasta. Generalmente iba acompañado de ofrendas, como caracoles, cetros, un turbante, platos de cerámica con algunas mazorcas de maíz, algunas piezas menores de oro cosidas a los mantos, así como instrumentos de cirugía o artefactos para tejer.
El fardo era un completo ajuar funerario, cuidadosamente colocado con el difunto para acompañarlo en su viaje final, pudiendo entender que cada objeto tuvo una relación, en vida, directa con el difunto.
Existe una anécdota que le sucedió al Dr. Julio C. Tello, la que cuenta que en una de sus tantas labores de apertura de un fardo funerario, después de haber tomado las precauciones necesarias, procedieron a retirar capa por capa cada manto que cubría el fardo, encontrando vistosos textiles y finamente bordados, así como ofrendas colocadas entre cada uno de ellos, y al llegar al final y abrir el fardo no se encontró nada en su interior, únicamente una pequeña bolsa con frijoles negros. Nunca sabremos qué pasó.
Periodos Paracas
Tello, con base en el patrón de enterramiento, divide a la cultura Paracas en dos épocas:
Paracas Cavernas
Recibe este nombre porque han encontrado tumbas cavernas con forma tubular que termina en un depósito de aspecto globular, donde se encuentran los fardos funerarios.
Los tejidos Cavernas se caracterizan por ser de tipo geométrico y rígidos, predominando la técnica de doble tela. En ellos existe aún una fuerte reminiscencia en la representación del felino o seres antropomorfos geometrizados con cabellos serpentiformes.
En este periodo se nota la influencia Chavín, fue una sociedad un tanto militar.
Se acostumbraban hacer trepanaciones craneanas. Eran hábiles en el arte textil y también eran hábiles alfareros(cántaros, queros, platos, tasas, de bella cerámica policroma, motivo principal era la divinidad felina).
Paracas Cavernas tiene una antigüedad que va desde el año 700 a.C. hasta el 200 a.C., durante este período la población principal se desarrolló en Tajahuana, a orillas del río Ica, en el sector Ocucaje.
Da su nombre a esta época, la forma de enterramiento: las tumbas eran subterráneas cavadas en las rocas, con una forma que parece una “copa invertida”, o de botella de cuello alto, en cuyo fondo de unos 5 a 6 metros de diámetro, colocaban los fardos funerarios.
Eran tumbas comunitarias, aunque no se sabe si los enterramientos correspondían a una misma familia. Los cuerpos se encuentran momificados, por las condiciones climáticas y del terreno. Algunos de los cadáveres muestran trepanaciones y deformaciones craneanas, probablemente debido a motivos religiosos.
Lo más característico de esta fase, es la cerámica, lo que evidencia una sociedad compleja, con división en las actividades y en el trabajo. Los motivos cerámicos muestran la repetición del jaguar u otros felinos, junto con la serpiente, en definitiva, de sus divinidades.
El tipo de vasija es globular o semiglobular, con doble pico y asa puente, que se usa por vez primera en esta cultura y que usarían culturas posteriores en la zona, como la Cultura Nazca. Esta cerámica es, además muy abundante. Se encuentra policromada, y es precursora de la cerámica del Período Clásico.
También se encuentran tejidos de este periodo, que se caracterizaron por ser de tipo geométrico y rígido, predominando la técnica de doble tela.
Paracas Necrópolis
Las tumbas en esta periodo eran en forma rectangular , a manera de habitaciones subterráneas en cuyo piso se encuentran gran número de fardos funerarios de forma cónica.Los tejidos Necrópolis, en cambio, presentan mayor maestría y delicadeza en los diseños debido a que eran bordados, lo cual permitía obtener hermosos motivos y creaciones llenas de color.
Se representa personajes sosteniendo báculos o cabezas trofeo con fajas que atan a su cintura y se transforman en serpientes bicéfalas, con tocados rematados en un cuchillo ceremonial, nariguera, bigotera, etc.
En segundo orden, destacan los diseños naturalistas tomados tanto de flora y fauna tales como: serpientes, aves, felinos, peces, frutos, flores,etc.
A esta época corresponden los mantos ceremoniales que se caracterizan por presentar una tela llana base sobre la cual se bordan los motivos decorativos en lana de camélido teñido en la más diversa armonía de colores, haciendo de estos tejidos los más bellos del arte textil precolombino.
Paracas Necrópolis tiene una antigüedad que van desde los 200 años a.C. hasta los primeros años d.C. La principal zona de desarrollo de esta etapa, fue la comprendida entre el río Pisco y la quebrada de Topará y la península de Paracas.
A pesar de ser más avanzada, las realizaciones materiales, como la cerámica, no son tan perfectas como la de la época de Paracas Cavernas.
En esta fase, los enterramientos se producen en hileras de cuartos subterráneos, en construcciones más avanzadas, formando grandes cámaras funerarias, y con fardos con ajuares muy ricos y muy variados, en donde es perfectamente visible la existencia de clases sociales: algunos fardos son muy complejos, y tienen muchos objetos, mientras que otros solo cuentan con la momia. Estas clases sociales son mucho más acusadas que en la etapa anterior.
La cerámica no es tan representativa. Aunque se mantiene la forma y el doble pico y asa puente, pierde riqueza, es menos decorada, monocroma, de color amarillento y pintura precocción, y además es más escasa. Además es una cerámica menos trabajada, de paredes menos finas.
Lo más característico de este período, son los tejidos. Cubrían las momias, y son de gran calidad y técnica, que no se llegó a superar ni en las culturas posteriores. Están hechas con telar, siendo la primera evidencia del continente en su utilización.
Su técnica textil es avanzada, y trabajan en algodón y en lana de camélidos o en material mixto, constituido generalmente por una tela básica de algodón, donde se bordaban figuras coloridas.
Arte Textil
En la cultura Paracas destacan de modo especial los mantos tejidos con lana de alpaca y algodón bellamente adornados con plumas y pelos.
Los mantos y tapices hallados en Paracas Necrópolis (y magníficamente conservados) demuestran la extraordinaria habilidad de los tejedores Paracas a través de las tramas, tintes y tonalidades y también demuestran su concepción del mundo y la realidad representadas mediante figuras naturalistas de animales y figuras geométricas, mientras que la mítica se representa con figuras estilizadas de animales y vegetales con rasgos humanos, salvo la del dios felino.
Una gran cantidad de tipos de tejidos eran ya conocidos en las fases «cavernas», entre ellos la estameña, y también los bordados de punto llano con hilos de lana sobre tejido de algodón. Junto a los colores naturales de la lana y el algodón, blanco y pardo, existían dos matices de rojo y un azul verdoso.
La simple pintura sobre tejido de algodón acostumbraba a usarse en una especie de velo que servía de máscara para las momias; la pintura es muy sencilla, en distintos tonos de amarillo o marrón, un poco de rojo y menos azul. Se representaban figuras de dioses o serpientes.
El proceso de preparación más importante para tejer era el hilado de los copos. Prueba de ello es que con simples husos de mano se lograban producir estambres extraordinariamente delgados.
Además del algodón se utilizaba ya un poco de lana de llama; su uso aumentó gradualmente, lo cual era señal de crecientes relaciones comerciales con las regiones montañosas, ya que únicamente en ellas viven las diferentes especies de camélidos productores de lana.
Las llamas y las alpacas, los únicos grandes animales domésticos de América, debieron criarse en la Sierra en época relativamente temprana, mientras que la vicuña, más esbelta y elegante, y con mejor lana sólo vivía en estado salvaje.
En la época de los incas se organizaban de uno en otro año cacerías de vicuñas para los emperadores incaicos. Los animales, encerrados en rediles, eran trasquilados y puestos nuevamente en libertad. Su finísima lana se reservaba para el atuendo de los personajes más importantes.
La belleza y complejidad de los textiles Paracas han significado una de las causas de la fascinación por esta cultura a lo largo de todo el mundo. Estas mismas características hacen que un textil Paracas sea prácticamente indescriptible y su poco valor comparado a piezas de oro o plata los ha favorecido, pues se han logrado encontrar piezas intactas de gran tamaño que fueron despreciadas por los profanadores de tumbas.
Materias primas y técnicas
Los tejidos Paracas, para sus dos etapas, están hechos con lana de camélido y algodón. En cuanto a sus técnicas, éstas difieren poco entre una y otra etapa.
En Paracas Cavernas se usaron técnicas de un solo elemento como las redes, el tejido de aguja, el torcido y el trenzado, además de otras más complejas como el brocado, bordado, telas simples y pintadas y telas dobles, entre otras.
Para Paracas Necrópolis habría que añadir los encajes y el tejido de aguja de tres dimensiones.
Por la pericia del tratamiento del hilado, del teñido y del tejido, se considera que estos ejemplares se encuentran entre los mejores del mundo. A base de siete colores se han logrado hasta 190 matices.
Los Mantos Paracas
Los «mantos», los grandes sudarios adornados con bordados simbólicos o recamados, son auténticas obras de arte. Su contenido religioso, aparte de otros méritos, los sitúa entre las grandes obras del arte universal.
Se representan seres mitológicos, monstruos, guerreros y danzarines con pequeñas cabezas de enemigos como trofeo de guerra, aves representadas con mayor o menor naturalismo, peces y anfibios junto a extraños engendros propios de la fantasía de un pueblo místico. Existen demonios que vuelan por el aire, arrojan serpientes por la boca y llevan a menudo coronas en su cabeza, sostienen abanicos de plumas, mazas, carcajes y cuchillos para sacrificios en sus garras de animal. Por todas partes encontramos cabezas cortadas mostrando los dientes; a menudo se simplifican mucho y parecen trofeos mágicos de terribles divinidades.
Hay algo en estos tejidos que posiblemente atrae mucho más a nuestros ojos humanos que a los de los dioses a los que se destinaban; es la riqueza y la armonía de los colores. Tras un minucioso estudio comparativo han podido contarse 190 gradaciones de color y 22 colores diferentes en un sólo manto.
Los colores minerales y vegetales se han conservado casi inalterados. El ritmo de los colores en una sucesión de figuras iguales dentro de un solo tejido, ha sido interpretado por Tello como el simbolismo de un calendario lunar, obedeciendo seguramente a reglas de carácter religioso.
Lo que nosotros suponemos efecto de una intención puramente decorativa, obedecía sin lugar a dudas a un sentimiento religioso. El sentido de la armonía en el color y la composición de las figuras dentro de una tónica es verdaderamente única.
Se ha calculado que la confección de estos grandes sudarios debió costar varios años de trabajo. Los pintores modernos, cuyas obras no se destinan a los muertos ni a los dioses, sino que son producto de un juego individual de sentimientos puramente personales, terminan sus obras en mucho menos tiempo.
Una de las razones que más ha contribuido para dar a conocer a la cultura Paracas es la riqueza de sus textiles, resaltando los que pertenecen al periodo de Paracas Necrópolis, que tiene una antigüedad de 500 años a.C. y constituye una expresión cultural de máxima belleza.
Desde la época de la conquista se documenta la presencia de estos textiles, conociendo que se ofrecían textiles como parte integral de negociaciones diplomáticas y militares, como bienes de sacrificio en las ceremonias religiosas y como vestimenta para la muerte.
Es importante observar que los textiles tienen una constante asociación con círculos de alto poder. Los gobernantes de más alto nivel tenían más textiles, tanto en vida como en el descanso final, lo que podría considerarse como símbolo de riqueza; incluso existen ritos que consideran el sacrificio de un textil, por lo que podemos entender su importancia en la sociedad de la Cultura Paracas.
Un aspecto interesante de la religión, en la Cultura Paracas y en todas las culturas prehispánicas, de las que se tiene conocimiento, es el culto a los muertos, demostrando un profundo interés en mantener un sincretismo que incluya todas las tradiciones y ritos, trasmitidos a través de generaciones, así como un infinito cuidado al hacer sus cementerios, fardos funerarios, mantos que cubrían a los difuntos y cada ofrenda y artículo que acompañaban al difunto hacia su viaje final.
Los mantos miden en promedio dos metros y medio de largo por un poco más de un metro de ancho y su manufactura es aún un misterio, pues los telares de mano no pueden ser tan anchos. El fondo es una tela de lana o algodón sobre la que se ha bordado, con lana, motivos polícromos. Estos son pequeños y se repiten con diferentes combinaciones, y representan seres mitológicos y muy eventualmente motivos geométricos.
Justamente son estas figuras mitológicas las que nos hacen ver la alta complejidad de la cosmovisión Paracas, pues no sólo incluye a seres humanos y animales, sino a seres sobrenaturales profusamente ataviados.
Cerámica Paracas
Los Paracas fabricaron muchos objetos de cerámica. Durante Paracas Cavernas, los ceramios eran policromos, pues combinaban el verde, ocre, azul, blanco y amarillo, en esa época los alfareros coloreaban el ceramios después de meterlo al horno (no sabían como hacer para que el calor no cambie los colores).
La caracterizo por una policromía y el estilo de pintura post-cocción (los colores eran puestos después de cocida la arcilla) los colores se perdían con el tiempo ya que no estaban fijados por el calor del horno (pintura fujitiva).
Se han distinguido diez clases diferente de cerámica las cuales son llamadas Fases Ocucajes (por el lugar donde se encontraron ). En Paracas Necropolis la cerámica fue monócroma (un solo color: crema, marrón rojizo, blanco), pintados en pre-cocción; modelaron cántaros en forma de calabaza, y algunos animales. Los alfareros de Necrópolis, descubrieron la manera de cocer ceramios ya pintados, pero la cerámica se volvió monocroma y paso a usarse únicamente un blanco verdoso.
La cerámica de la fase de las necrópolis posee una mayor perfección técnica que la de las cavernas; las paredes de las vasijas son más delgadas y mejor cocidas.
Un experto (Kroeber) afirma que la producción cerámica de esta época, de color marfileño y sin decoración, «posee una elegancia refinada y muy especial; es el punto final, muerto, de una evolución artística».
No compartimos este criterio relativista, porque Kroeber no sabía aún que después de las vasijas marfileñas se encontrarían otras policromadas. Las excavaciones por capas, realizadas por W. D. Strong dieron como resultado el descubrimiento de la prioridad de la cerámica de las cavernas, designada por este investigador con el nombre de «estilo primitivo de Paracas». Esta cerámica inaugura la tradición de la policromía, característica de la cerámica peruana meridional.
Existen botellas de cuello delgado, con o sin asa, bandejas profundas, recipientes con dos caños unidos entre sí por un puente que constituye el asa, y también otras del mismo tipo con una cabeza humana o zoomorfa en lugar de una de las bocas. Entre las manifestaciones más curiosas de este estilo encontramos toscas figuras de barro llanas y achatadas, decoradas con incisiones, una pintura fría, con los contornos acentuados por gruesas líneas incisas, una especie de «cloisonné», caracteriza y relaciona todas estas formas.
Los colores pastosos, poco brillantes, se aplicaron seguramente en polvo, con un medio de fijación insuficiente, después de la cocción; ello explica su poca estabilidad. El brillo velado de esta decoración posee, sin embargo, un especial encanto. Un rojo profundo, un amarillo oscuro que predomina y un verde oliváceo o azulado constituyen toda la gama. Aparecen también vasijas de color negro, sin decoración.
Los fardos funerarios Paracas
Son objetos de forma cónica que se hallaban conformados por varias capas de tejidos de diferente calidad, colocados alrededor de un cadáver en posición de cuclillas. La primera capa era aproximadamente 1.50 de longitud por 1.50 mt.de ancho e iba seguido de uno más corto, un tercero más fino y otro más hasta completar seis o ás, siendo el último el más fino en textura, acabado y bordado. El cadáver completamente desnudo y en posición de cuclillas se hallaba colocado dentro de un cesto, cubierto de un gran manto y rodeado por una juar funerario constituido por un abanico de plumas, una huaraca (honda), una porra de cabeza estrellado, cuchillos de hueso, una estolica con dardos, platos de barro cocido conteniendo diversos alimentos (frijol, yuca, maíz, etc.).
Gracias a la excelente conservación de los fardos Paracas, conocemos el ritual que utilizaron. El cuerpo desnudo del difunto era acomodado en posición fetal con los miembros encogidos, sobre una canasta o un envoltorio. Asociadas a los cuerpos encontramos a manera de ofrendas, varios vestidos con huellas de uso, algunos alimentos vegetales, a veces acompañados de un mate, retazos de tela o vestidos miniatura con motivos religiosos bordados, pequeñas placas de oro, etc. Una larga tira de tela burda de algodón envuelve el cuerpo y las ofrendas constituyen su núcleo.
En los entierros de adultos, se suele depositar sobre este núcleo una capa adicional formada por algunas piezas de vestido ceremonial, decorados con bordados y protegidos por varias vueltas de tela de algodón. Estas fueron posteriormente cocidas y amarradas con soga para facilitar el transporte del bulto.
Frente al fardo, los oficiantes depositaban algunas piezas de cerámica (entre una y siete) una vara o una caña con un atado de plumas indicaba el lugar del entierro. Los individuos de mayor rango recibían más ofrendas textiles y en este caso, el número de capas se incrementaba sustancialmente, hasta tres capas sucesivas podían sobreponerse encima del núcleo. Estas capas y en particular la última, solían contener mantos bordados.
Los entierros tienen carácter colectivo y es de suponer que lazos de parentesco cercano unían a los individuos sepultados juntos en las “cavernas” cavadas en la roca o en la arena. En varios casos se pudo comprobar que los restos mortales depositados en la cámara fueron trasladados de algún otro lugar de entierro provisional años después del deceso.
Las áreas de entierro se sitúan cerca de los asentamientos. A menudo se seleccionó para este fin una zona que antes fue habitada y se reutilizó las ruinas de las casa y edificios públicos abandonados.
Medicina y cirujía de los paracas
Conocimietos de Medicina y Cirujía: Las delicadas operaciones al cráneo o trepanaciones craneales para extraer tumores, curar fracturas o para deformar los cráneos (a lo largo o a lo ancho), luego cubrían el cráneo abierto con planchas de oro, plata, cobre y otros metales.
Se utilizaban Sumis o cuchillos ceremoniales. Los anestesiaban con bebidas de vegetales que cultivaban.
Trepanaciones craneanas
Eran las operaciones que se realizaban en el cráneo (con fínes curativos y religiosos) perforando un sector de él, para lo cual se utilizaban instrumentos especiales (cuchillo de oxidiana, pinzas, pinceles etc.) usando previamente hierbas o pócimas anestésicas y luego de realizada la operación, se tapaba el agujero con placas de metal (oro, plata o mate) y se empleaban hierbas antisépticas para evitar la infección. Los hallasgos de cráneos trepanados presentando “callos óseos” significan que la soldadura era absoluta, osea que el paciente sobrevivía muchos años a ella.
Se desconoce hasta el momento qué las originó; sin embargo, existen teorías que afirman que en esa época las fracturas de cráneo eran constantes en las batallas, otra idea propone que cuando se presentaban dolores de cabeza se hacían trepanaciones.
La operación se efectuaba anestesiando al paciente; se cree que la coca, el alcohol y hasta la hipnosis pudieron servir de analgésicos. Luego con un cuchillo de obsidiana, que cumplía las funciones de bisturí, se cortaba el cuero cabelludo y los músculos necesarios hasta llegar al hueso. Ahí había tres opciones: retirar el área afectada, la que se delimitaba con pequeñas y continuas trepanaciones, limpiar y pulir el hueso que podía estar con fisuras, para que suelde debidamente, y finalmente cortar el perímetro y substituirlo por una placa de oro, después de lo cual se cerraba y se colocaban vendajes.
Deformación de cráneos
Otro aspecto muy intrigante es la deformación voluntaria de los cráneos, desconociendo hasta el momento el porqué de las frecuentes deformaciones craneanas en la cultura
Paracas, si era parte de un ritual mágico o religiosos o tal vez un detalle estético. El procedimiento para la deformación era colocando unas almohadillas con armazón de varillas de madera, que colocaban en la frente y en la parte posterior de la cabeza del recién nacido, hasta el momento en que la deformación era irreversible. Se sabe que dicho procedimiento no causaba ninguna tara, pero se desconoce si alteraba la percepción de la realidad.