Cusco

Cusco, capital del Imperio de los Incas

Capital Histórica del Perú y su principal centro turístico, Capital de los Incas, Cusco conserva la planta ciclópea de muchos monumentos incaicos. Ciudad Monumental, declarada bien cultural del patrimonio mundial por la UNESCO en 1983.

Denominada Qosqo en la época y en el idioma de los Incas, el Quechua, era el centro desde donde partían los caminos a las Cuatro Regiones del Tawantinsuyo. De la época Colonial destacan imponentes construcciones religiosas y civiles (templos y palacios) levantadas sobre los macizos edificios incas. La ciudad fue el foco en los siglos XVI y XVII de irradiación de la Escuela Cusqueña de la pintura y escultura.

Cusco, significa “Centro u Ombligo del Mundo”, y realmente por su posición geográfica era el centro del maravilloso Imperio de los Incas, la única sociedad del antiguo mundo que logra integrarse con caracteres parecidos a los del Estado moderno, precisamente hacia donde unían su límites las cuatro grandes regiones que la formaban: Chinchaysuyu, Antisuyu, Qollasuyu y Contisuyu.

Su fundación se atribuye a Manqo Qhápaq. De trazado regular, estaba construida alrededor de la Plaza de Hauqaypata (Plaza de Armas actual), dividida en dos mitades: Hanan Qosqo (parte alta) y Urin Qosqo (parte baja). Sus edificios notables, hechos con bloques de roca dura, admirablemente unidos, eran verdaderas construcciones ciclópeas correspondientes al orden poligonal. Las partes bajas fueron utilizadas por los españoles, para levantar sobre ellas palacios y templos, lo que le da al Cusco un aspecto único en el mundo.

Ombligo del Mundo

La tradición afirma que significa centro, ombligo, cinturón. Esto porque, según la mitología inca, en ella confluían el mundo de abajo (Uku Pacha) con el mundo visible (Kay Pacha) y el mundo superior (Hanan Pacha). De este modo, la ciudad fue y es llamada el ombligo del mundo, en referencia al universo.

A la llegada de los conquistadores españoles, su nombre pasa al español como Cusco, como aparece en los mapas de los siglos XVI, XVII y XVIII. En algunos mapas del siglo XIX (desde 1814) y XX (hasta por lo menos 1976) aparece el nombre de esta ciudad escrito como Cuzco. Hoy, en la cartografía oficial peruana, aparece el nombre original en castellano, aunque se siga empleando comúnmente la otra forma en otros países de habla castellana.

El artículo 49º de la Constitución Política del Perú, al establecer la capital histórica del país, señala que la forma correcta de escritura es Cusco.

La fundación del Cusco 

El establecimiento de los incas en el sector central de la parte alta del valle del Cusco, fue producto de una serie de enfrentamientos con las naciones afincadas allí previamente.

Combinando hostilidades y alianzas, llegaron a ocupar un emplazamiento estratégico en el cual Manco Cápac fundó la ciudad anhelada.

La ocupación inca

Poco después de la adjudicación simbólica del Cusco mediante la conversión de Áyar Uchu en huanca, Manco Cápac se propuso hacer realidad este acto. Para asegurar la victoria sobre los antiguos pobladores del Cusco, decidió aliarse con el curaca Sutichuaman, señor de los saño. Así, casó a su hijo Roca, luego llamado Sinchi Roca, con Mama Coca, la hija de aquel.

Después de formalizada la alianza, los coaligados invadieron el territorio de los hualla y, en la campiña de Huaynapata, se enfrentaron a ellos y a su jefe, Apo Calla o Apo Cagua. Durante la contienda, Mama Huaco, una de las cuatro hermanas Áyar, atacó a un hualla con una boleadora, lo abrió en dos, le extrajo los bofes y los hinchó a soplidos. Ante esta espantosa escena, los hualla huyeron despavoridos para refugiarse primero en Vico, en el cercano valle de Pisac, y luego en Gualla, a 20 leguas de distancia hacia Paucartambo, donde, según Juan de Betanzos, en ese tiempo se beneficiaba coca.

Poco después los incas hicieron fugar, prácticamente sin mayor esfuerzo, a los poque y a los lare. Luis Valcárcel presume que estos dos pueblos, al igual que los hualla, fueron de origen arawak y llegaron al Cusco desde las selvas de Paucartambo y Yanatili. En palabras de fray Martín de Morúa, «eran gente baja y pobre», que, al ser atacados por los incas, se acobardaron, «desampararon sus casas y se fueron huyendo». Los poque y los lare vivían, como ya hemos mencionado, al noreste de los hualla, a lo largo del ulterior camino al Antisuyo.

Cuando fueron expulsados por los incas, los primeros se ubicaron en las cabeceras del río Paucartambo, y los segundos en el valle de Lares, en la actual provincia de Calca. Entonces Manco Cápac y sus compañeros se detuvieron temporalmente en las tierras abandonadas y ocuparon posiblemente el poblado de Pachatusan, antigua sede hualla, estratégicamente situado pues controlaba el acceso al camino a Paucartambo y también a la zona alta del valle, donde habitaban los sahuasira, los alcaviza, los copalimayta y los humanamean.

Desde Pachatusan, a más de 6 km de su anterior asentamiento en el monte Huanacauri, los incas continuaron apropiándose de las tierras de sus vecinos, interfiriendo en el riego de sus campos y cometiendo atropellos contra ellos.

En vista de todos estos peligros, los sahuasira se unieron con los copalimayta, y quizá también con los alcaviza, y dieron batalla a los incas hasta que los obligaron a retroceder hasta la campiña de Huaynapata. Pero, posiblemente con la colaboración de los saño, comandados por su consuegro, Sutichuaman, Manco Cápac recuperó rápidamente sus fuerzas y le inflingió una derrota definitiva al sinchi copalimayta, cabeza de los tres aliados en esta lucha, quien se vio obligado a exiliarse en tierras altas.

Según Miguel Cabello de Balboa, este sinchi, al despedirse, les dijo a sus aliados «Adiós, cuando en adelante apercibáis la cumbre de las montañas cubiertas de nieve, podréis decir allí está desterrado el infortunado Copalimayta». Así, los sahuasira fueron forzados a retirarse a Ayavilla, sobre el camino al Collao y cerca del monte Huanacauri, donde se hallaban las tumbas de sus antepasados, y los alcaviza a aceptar la presencia ingrata de los incas en las vecindades de Acamama.

Por su parte, los pacíficos antasaya toleraron que sus tierras, vecinas al río Tullumayo, fueran tomadas y los humanamean fueron erradicados.

Manco Cápac y sus ayllus ocuparon entonces los terrenos que los cronistas llaman Chumbicancha —la antigua sede de los sahuasira— y probablemente también el futuro vecino barrio de Quinticancha.

Cusco, museo al aire libre

Recorriendo la historia La ciudad del Cusco es, en sí misma, un gran museo que alberga espectaculares tesoros arqueológicos y artísticos. Sus calles, flanqueadas por magníficas construcciones en las que se superponen la piedra y el adobe, dan cuenta de un pasado esplendoroso.

Tanto las imponentes ruinas, que hacen del Cusco la “Capital Arqueológica de América”, como las impresionantes construcciones coloniales, han superado la prueba del tiempo y continúan atrayendo al turismo mundial.

Ni sangrientas rebeliones ni violentos terremotos han podido destruir este valioso legado, como tampoco han hecho retroceder el espíritu artístico de sus habitantes. Gracias a ello, el Cusco tiene una interesante oferta de museos instalados en casonas de célebres personajes, instituciones religiosas y hasta en los propios monumentos. Un recorrido que vale la pena realizar.

San Blas

San Blas es hoy un barrio del centro de la ciudad conocido como el  “Distrito de los Artistas”, con las calles estrechas y retorcidas. En los tiempos incaicos era uno de los distritos más importantes del Cusco y su nombre era T’oqo-kachi (T’oqo = hondonada; kachi = sal).

Como otros distritos estaba habitado por la nobleza quechua. En la plaza hay una iglesia que parece que se erigió encima de un Santuario inca consagrado al culto del Illapa (dios del trueno, relámpago y rayo). Posiblemente se abrió por primera vez en 1544 por el segundo Obispo Juan Solano. Aunque algunas otras versiones dicen que fue abierto después de 1559 por el virrey Andrés Hurtado de la orden de Mendoza.

Su estructura era simple con un plano de suelo rectangular y paredes de adobe, pero después de los terremotos en 1650 y 1950 se reforzó parcialmente con paredes de piedra. Tiene simplemente una puerta y dos columnas y una torre de piedra para la campanilla.

San Blas, Cusco
San Blas, Cusco

Una de las más grandes joyas de arte colonial de todo el continente se encuentra en ésta iglesia y es el Púlpito de San Blas, es una filigrana hecha en madera de cedro. No es conocido con certeza quienes fueron los artistas o el artista y cuánto tiempo duró el trabajo y ningún otro detalle sobre este, sin embargo el púlpito es un testigo mudo de una gran devoción católica y trabajo consagrado.

Púlpito de la Iglesia de San Blas, Cusco

Hay bastantes pruebas para afirmar que fue tallado con fondos dados por el protector de arte el Obispo Manuel Mollinedo y Angulo que estaba a finales del siglo XVII. Hay diferencias serias sobre la identidad del artista y de la representación. La mayoría de los autores indican que fue hecho por el quechua más famoso: Juan Tomas Tuyro Tupaq que fue contemporáneo y protegido de Mollinedo y Angulo que le confió la fabricación de varios trabajos. También podría ser trabajo de algunos otros artistas contemporáneo de Mollinedo como Martín de Torres, Diego Martinez de Oviedo que hizo el Altar principal de la Compañía de Jesús, o Luis Montes franciscano que hizo el coro de la Iglesia de San Francisco.

La tradición oral tiene su versión recogida por Ángel Carreño que en sus “Tradiciones Cusqueñas” había declarado el nombre de Esteban Orcasitas como el autor del púlpito pero en la edición de su libro el nombre se cambió por Juan Tomas Tuyro Tupaq, que era quechua y Cusqueño, pero según esa versión tradicional él era un leproso de Huamanga (Ayacucho). La historia dice que él tuvo una vez un sueño de una revelación de la “Virgen Santa del Acontecimiento Bueno” quién le dijo que si él quisiera sanarse de su lepra tenía que buscarla en la plaza pequeña de Arrayanpata en la Ciudad de Cusco.

Después de una jornada larga y de muchas desgracias, un día él la pintó en una pared después que él lo cubrió con el Lirpuy-Phaqcha la capilla se desplomó, entonces él llorando la invoco y encontró unos pétalos de rosa con la que froto su cuerpo entero y se sano de su enfermedad. El pedazo de pared que contiene la pintura estaba cortado y se movió a la iglesia de San Blas, y la gente se puso de acuerdo para construir un retablo y un púlpito para la Virgen. Los quechuas agradecidos se comprometieron hacer un púlpito sin cobrar por el trabajo que es estimó en 1400 pesos.

Tomo 4 años de trabajo forzado con madera de un árbol enorme de cedro que estaba ya cortado en plaza de Kusipata (actual Regocijo). Pero cuando se terminó el trabajo un quechua faltó su juramento cuando pidió al cura de la iglesia 70 pesos para un agasajo y después de atar encima del púlpito la estatua de San Pablo le cayó una tabla quitándole la vida, su cadáver después se enterró bajo este y de un buen tiempo se sacó su cráneo y se puso ante los pies del San Pablo escultura dónde se ve hoy.

Como cualquier otro púlpito normal el de San Blas tiene un balcón (cubeta), un tórax (cuerpo principal), una tabla sonora (cupola), y una galería (entrada). La Cubeta es esférica y está apoyada por una estructura de bronce que contiene ocho bustos humanos que representan a los herejes de catolicismo estos son:

  • Martín Lutero, creador de Luteranismo y jefe de la reforma religiosa en Alemania.
  • John Calvin, fundador de Calvinismo en Francia y Suiza.
  • Ulrich Zwingli, amigo y seguidor de Calvino.
  • Enrique VIII, el rey de Inglaterra que negó la autoridad del Papa y creó el Anglicanismo.
  • Isabel de Inglaterra, hija y seguidora de Enrique VIII.
  • Arrio, nativo de Alejandría y fundador del Arianismo.
  • Focio, que junto con Arrio provocó el gran cisma ortodoxo o el Cisma Oriental.
  • Catalina de Bora, esposa de Lutero.

Hay columnas barrocas e imágenes esculpidas de los cuatro evangelistas, San Mateo, San Juan, San Marcos y San Lucas. En la parte central está la escultura de la Inmaculada Concepción. En el tórax del púlpito se está la efigie del Patrocinador Santo de la parroquia: San Blas; con ropa obispal. Sobre esta imagen está el escudo de armas del obispo Mollinedo y Angulo.

También están las esculturas de los doctores de la iglesia, San Bonaventure, San Tomas de Aquino, San Agustín, San Gregorio el Grande, San Jerónimo, San Bernardo y San Francisco. Y, finalmente, coronando el púlpito y apoyado por cinco arcángeles está la escultura de San Pablo de Tarso (Carreño se cree que es San Tomas y algunos otros que es Jesús) con un crucifijo en su mano; antes de los pies de San Pablo hay un cráneo que se supone que pertenece al autor del púlpito. Igualmente, el altar principal de la iglesia está tallado en madera de cedro y dorado con hojuelas de oro, con un estilo mixto al estilo barroco. Fue posiblemente también tallado por Juan Tomas Tuyro Tupaq y su equipo de quechuas.

Retablo del Templo de San Blas
Retablo del Templo de San Blas

En la pared oriental hay otro retablo hecho por Tuyro Tupaq y su hijo Mateo en 1678; y pertenece a la Virgen del Acontecimiento Bueno. Hay algunos otros retablos que pertenecen a San Blas, San José, y a Jesús moreno conocido como el Señor de la Agoní tiene brazos y cabeza movibles; su color moreno es porque está cubierto con el pergamino de la llama. Encima de las paredes laterales hay 8 lonas anónimas con los marcos dorados impresionantes; ellos representan el martirio de San Blas. Dentro del baptisterio hay una pintura de Jesús. Hacia el lado correcto de la entrada hay una cruz hecha con un solo pedazo de madera de Chachacomo (árbol andino nativo).  La iglesia tiene un coro alto con los balaustres de madera de cedro dorada.

Cocricancha

Fue unos de los más venerados y respetados templos de la ciudad. “El recinto de oro”, como era conocido, era un lugar sagrado donde se rendía pleitesía al máximo dios inca: el INTI, por lo que sólo podían entrar en ayunas, descalzos y con una carga en la espalda en señal de humildad, según lo indicaba el sacerdote mayor Wilaq Umo.

El frontis era un hermoso muro proveniente de la más fina cantería, decorado únicamente por una banda continua de oro puro de una palma de alto, a tres metros del suelo, y un techo de paja fina y delicadamente cortada.

Las piedras que componen el templo tienen un leve almohadillado en los lados que expresan la sobria estética de los incas. Antiguamente no existía el atrio triangular que sirve de entrada al templo colonial y el muro giraba en ángulo recto hacia la calle Ahuacpinta, la cual aún conserva un tramo del muro original de casi sesenta metros de largo.

En el lado opuesto a esta calle, el muro se hace curvo al girar más de 90º y continúa con una curva suave que fue cortada durante la construcción del templo. El muro del Qoricancha coronaba un sistema de andenes que bajaban hasta el río.

Coricancha
Coricancha

Composición

La base de la composición inca para la construcción del templo, fue la cancha, patio alrededor del cual se disponían varios recintos de planta rectangular.

La primera que estaba junto a Intipampa, contenía los edificios principales del culto al Sol y a otros dioses del panteón inca; mientras que en la segunda ubicada frente a esa plaza se veneraba a Punchao, (una representación del Sol que consistía en una estatua de oro puro de la altura de un niño de diez años) que permanecía allí durante el día, y en la noche era llevado a la plaza para su veneración. El ídolo “dormía” acompañado por numerosas ñustas en una edificación vecina, fuera de la cancha, para luego ser devuelto a su lugar inicial por la mañana.

Según Juan Diez de Betanzos, el cronista biógrafo del Inca Pachacútec – quien “…con el cordel midió y trazó la Casa del Sol”- se construyeron, por lo menos, dos canchas hacia el fondo de la parcela, una detrás de la otra, y quizá otras más pequeñas para funciones de servicio que no se han conservado.

Cabe resaltar que en el lado oeste de la cancha principal existían dos edificios medianos techados a dos aguas, y en el lado este, otros dos más pequeños con el mismo techado. El labrado de la piedra en estos edificios (o en lo que ha quedado de ellos después de la construcción del convento colonial, los sismos y las reconstrucciones) es aún muy fino.

Los aposentos

Los Aposentos (nombre usado por Garcilaso) sirvieron para que la jerarquía religiosa se reuniera. Allí también se recibía al Wilaq Umo o sacerdote mayor. Al fondo del patio se ubicaba el aposento mayor, del que hoy sólo quedan algunos cimientos.

Estudios realizados en el lugar afirman que este aposento fue un espacio amplio de dos corredores formados por un muro central que sostenía la cumbrera. Los hastiales o mojinetes se hicieron en adobe como en todos los edificios incas, y los techados se ejecutaron con estructuras de madera y cobertura de paja.

En uno de los bloques de la segunda hilada se observan tres agujeros que pudieron ser utilizados para evacuar las aguas de las lluvias del patio interior, o como salida de la chicha que se ofrecía como ofrenda. Según los experimentos de Augusto León Barandiarán, si se golpea dentro de los agujeros se pueden escuchar las notas musicales “re”, “la” y “mi”.

El jardín 

El famoso jardín interior del Koricancha era “regado a mano por agua que traían a cuestas” las acllas, y adornado tres veces al año con mazorcas de maíz y frutos de oro que las mismas ñustas colocaban en tiempos de siembra, cosecha o cuando los jóvenes se hacían guerreros en la fiesta del Huarachicuy.

El templo 

Para los dioses y la sacralización geográfica Como se ha mencionado anteriormente dentro del templo no sólo se veneraba al Sol, sino a otras deidades menores como la Luna y Venus. Según el Inca Garcilaso de la Vega, el local mediano de la esquina noroeste del templo era dedicado para el culto a la Luna, y el siguiente era para Venus, las Pléyades y otras constelaciones. Al otro lado del patio, en dos recintos menores, se rendía culto al Trueno (Illapa) y al Arco Iris (Cuichu).

En su fachada había un altar que sostenía la plancha de oro que reflejaba el sol del amanecer. Hoy está parcialmente destruido por obras coloniales que fueron reconstruidas más adelante.

El Koricancha no sólo albergaba los principales dioses del panteón inca, sino que tenía una proyección mágico-religiosa, cuyo el fin era el de sacralizar la geografía del Tahuantinsuyo. Por ello, del centro de la cancha principal, inticancha, partían los ceques, que son las líneas virtuales que comunicaban el templo con los espíritus que moraban en las montañas (apus), ante quienes, aún los poderosos incas, inclinaban su cabeza. También estaban ligados a las cumbres, abras, manantiales, salientes rocosas, marcadores astronómicos y puntos principales del paisaje cusqueño. Hasta el momento se conocen 327 ceques, 21 de las cuales se ubicaban en la pared perimétrica del templo o en los frentes de las calles cercanas.

Sobre los ceques, que podían extenderse hasta veinte kilómetros, se situaban, con minuciosa exactitud en el alineamiento, numerosas huacas, que también servían para el contacto con los Apus.